epígrafe

Jesús es la respuesta
siempre y cuando
la pregunta no sea
cuál es el peso atómico del cadmio.

–Ángel Ortuño.

7 de febrero de 2011

No smoking area




Se promete que no volverá a comprar cigarros cada vez que baja a fumar al estacionamiento.
Hay frente frío en el radio y Elena exhala humo amalgamado con vapor.
Se arregla el maquillaje en el espejo de un carro y se frota los brazos por encima de la ropa para calentarse.
Da una última calada al cigarro y lo mira como miraría a un hombre que no sabe provocar orgasmos. Después arroja la colilla y camina hacia el elevador haciendo sonar sus tacones.
El perro sale de entre dos coches como un fantasma y le corta el paso escupiendo unos ladridos secos que rebotan en el concreto. Ella se congela en su sitio mientras el animal avanza con los dientes pelados.
Se detiene a unos metros de Elena gruñendo pesados hilos de saliva.
Se miran a los ojos impidiendo el tránsito del tiempo.
El pelo desordenado del perro se desgreña en el lomo formando mechas puntiagudas que suben y bajan al ritmo de sus jadeos.
Elena se muerde la lengua como decía su abuelo que hay que hacer ante los animales bravos y las abejas para que no ataquen. Siente como el sudor empapa las axilas de su blusa.
El perro echa su peso sobre las patas traseras como disponiéndose a saltar, gruñe, afianza las garras en el pavimento.
Elena piensa en correr pero no se atreve, aprieta la lengua entre los dientes, se muere por un cigarro.

4 comentarios:

  1. Buen post, mejor plantilla aún.

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  2. Le diria que, como con todo, el orgasmo es de quien lo trabaja.

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  3. Le diria que, como con todo, el orgasmo es de quien lo trabaja.

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  4. fumar no calma los nervios pero si repetis tres veces San Roque-San Roque...tal vez de resultado y el perro se marche, claro, para el orgasmo hay que invocar a otro san...
    gracias por sus letras maestro!
    Abrazo

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