Se promete que no volverá a comprar cigarros cada vez que baja a fumar al estacionamiento.
Hay frente frío en el radio y Elena exhala humo amalgamado con vapor.
Se arregla el maquillaje en el espejo de un carro y se frota los brazos por encima de la ropa para calentarse.
Da una última calada al cigarro y lo mira como miraría a un hombre que no sabe provocar orgasmos. Después arroja la colilla y camina hacia el elevador haciendo sonar sus tacones.
El perro sale de entre dos coches como un fantasma y le corta el paso escupiendo unos ladridos secos que rebotan en el concreto. Ella se congela en su sitio mientras el animal avanza con los dientes pelados.
Se detiene a unos metros de Elena gruñendo pesados hilos de saliva.
Se miran a los ojos impidiendo el tránsito del tiempo.
El pelo desordenado del perro se desgreña en el lomo formando mechas puntiagudas que suben y bajan al ritmo de sus jadeos.
Elena se muerde la lengua como decía su abuelo que hay que hacer ante los animales bravos y las abejas para que no ataquen. Siente como el sudor empapa las axilas de su blusa.
El perro echa su peso sobre las patas traseras como disponiéndose a saltar, gruñe, afianza las garras en el pavimento.
Elena piensa en correr pero no se atreve, aprieta la lengua entre los dientes, se muere por un cigarro.
Buen post, mejor plantilla aún.
ResponderBorrarLe diria que, como con todo, el orgasmo es de quien lo trabaja.
ResponderBorrarLe diria que, como con todo, el orgasmo es de quien lo trabaja.
ResponderBorrarfumar no calma los nervios pero si repetis tres veces San Roque-San Roque...tal vez de resultado y el perro se marche, claro, para el orgasmo hay que invocar a otro san...
ResponderBorrargracias por sus letras maestro!
Abrazo