El día que mi hija escribió que estaba muerto para ella,
encontré una moneda de 50 centavos tirada en la calle.
Ese mismo día, la psicóloga dijo que estábamos haciendo
progresos y nos hizo escuchar una canción de Ricardo Montaner.
En el consultorio había un vidrio polarizado que reflejaba
nuestros rostros y entendí que había gente mirándonos del otro lado.
Deseé con todas mis fuerzas que cambiaran de canal.
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