Abajo está el mercado. En la tarde, en un puesto de barbacoa una niña de cinco años señala mi cabello y después me muestra orgullosa una trenza de hilo rosa que le hizo su hermana.
Después su abuelo se la lleva con la promesa de un helado de vainilla.
En la tarde escuchamos podcasts viejos de Olallo Rubio y reímos.
De algún modo, por unos minutos volvemos a ser los mismos de hace 10 años y somos un poco más tontos y un poco más felices.
Pero después pienso que en realidad no hemos cambiado tanto. Somos crueles como niños y como niños nos disfrazamos con trenzas y colores y tatuajes y estamos perdidos como todo el mundo. Luego pienso en mis padres que tenían mi edad cuando me tuvieron y estoy seguro de que al igual que yo, tampoco tenían idea de cómo se juega al mundo. No creo que hoy lo sepan.
Bren prepara la cena: sandwiches aplastados de queso con la cara de Homero Simpson grabada en el pan.
Cenamos en la cama viendo películas y tomamos café.
Hablamos sobre la niña de la trenza rosa.
En la pantalla Mickey Rourke salta desde la tercera cuerda mientras suena Sweet child of mine.
Entran los créditos.
Jugar al mundo es más divertido a tu lado, te amo
ResponderBorrarJugar al mundo, de eso se trata... y de retratarlo como usted lo hace para ser leido dentro de cincuenta años con el asombro de descubrir la historia en el presete del futuro
ResponderBorrarAbrazo maestro