epígrafe

Jesús es la respuesta
siempre y cuando
la pregunta no sea
cuál es el peso atómico del cadmio.

–Ángel Ortuño.

28 de enero de 2011

El del antifaz azul se llamaba Leonardo




Desde que vamos en el taxi, voy contándole historias a Bren sobre los lugares por los que pasamos pero sobre todo me sorprendo con los que desaparecieron o han cambiado: la farmacia que ahora es OXXO, la tiendita que ahora es farmacia, las casas que han cambiado de color y las calles que han cambiado de sentido.
Vamos a la casa donde pasé los primeros veinte años de mi vida. Las calles huelen igual que cuando me fui, si es que eso es posible.
Cuando estamos a punto de tocar el timbre, un hombre de traje se detiene en la puerta de la casa contigua y nos mira. Tardo unos segundos en reconocerlo, es Ricardo, el único amigo que tuve en la cuadra cuando era niño. Se acerca a saludarme y veo las entradas en la cabeza, los cañones de la barba a medio crecer. Me cuenta que se licenció en Derecho y que ahora trabaja en la asamblea del PAN. Prometemos llamadas para tomar café que nunca sucederán.
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Todos los techos están carcomidos por la humedad y el tirol cede a huecos larguísimos de cemento desnudo.
Las certificaciones de los cursos de cerámica que le daban a mi madre cuando era maestra todavía abarrotan las paredes de pasillos y escaleras.
Antes de llegar al segundo piso nos detenemos y mi hermano nos señala un muro donde hay dos dibujos de las tortugas ninja que hice cuando tenía nueve años.
Las ausencias también se ven, los lugares donde hubo cuadros y muebles son ligeramente más claros que las otras zonas del yeso. Estos vacíos en la casa son cómo las partes que no recuerdas de un sueño.
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Subimos al cuarto de la azotea donde jugaba a ser estrella de rock cuando era adolescente. Ahora está lleno de cajas llenas de libros, cables y papeles amalgamados a fuerza de mojarse y secarse una y otra vez; la mitad del techo está vencida por completo.
Giro un teléfono empotrado en la pared y este da lugar a un agujero en el muro del que saco una bolsa zip-lock que todavía contiene ramas y semillas de marihuana. Se la muestro a Bren y sonrío.
Cuando nos vamos, mi hermano cierra la puerta detrás de nosotros. Ésta sigue tapizada de letreros robados de restaurantes y centros comerciales.

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