David
corre fascinado entre el vapor de hielo seco y fija la vista en la niebla
blanca tratando de distinguir sus zapatos. Un micrófono larguísimo se coloca a
un metro y medio por encima de su cabeza. Una
docena de focos se estrellan contra las pupilas mientras el director pide silencio. El sonido de la
claqueta es como el de una puerta que jamás volverá a abrirse.
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El rugir del motor de la
camioneta, la pintura azul descascarada y los cambios de luces para iluminar el
camino, forman parte de las cosas en que David puede confiar. Cosas simples a
las cuales asirse cuando todo lo demás se vuelve vertiginoso.
De niño actuaba en los
comerciales de una mueblería de El Paso, ahora roba gasolineras.
Es de noche. En algunos
tramos, el camino es tan estrecho que la visibilidad se reduce a unos pocos
metros por delante del cofre. La luz de los faros rebota en las paredes del desfiladero.
David trata de oír sirenas por encima del ruido del motor. No se escucha nada.
Abre la ventana y se levanta
el pasamontañas para poder fumar. El aire helado le entume el rostro.
Calcula rápidamente el monto
total del atraco y se fija en los extremos de la carretera. Busca uno de esos
hoteles con garaje para esconder la camioneta.
Después de algunos
kilómetros el letrero de neón Motel Santa Ana resplandece en la oscuridad como
las brazas en el carbón.
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David estuvo casado de los
20 a los 22 años. Solo conserva dos cosas de ese periodo de su vida:
1- Una fotografía
polaroid afuera de una capilla en Las Vegas en la que se le ve con la mirada
extraviada y una botella de bourbon en la mano.
2- La sensación de ser un tráiler que atropella a un vendado en medio
de la carretera cada vez que coge con una desconocida.
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Es bueno desaparecer,
volverse invisible por un tiempo. David paga tres noches por adelantado. El
encargado se retira y le deja un llavero rojo con el número 107 en letras
doradas. Al reverso de éste, una leyenda advierte que el fin del tiempo es a la
1 pm.
David pasa los dedos
lentamente por la superficie de los muebles de conglomerado mientras sonríe a
una cámara imaginaria. Muebles para su
hogar sólo en el mejor lugar dice en voz baja.
Cuando se hace de noche,
enciende la televisión y sube el volumen, abre las llaves de la regadera y deja
correr el agua hasta que el vapor llena la habitación.
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